21.9.12

Reloj de aire

Tiempo. Naciste escaso y mortal, pero valioso en tu efímera existencia. Tan exiguo como nuestras vidas, tan perecedero como el fuego y tan valioso como un diamante recién pulido. Puto tiempo ¿Por qué tuviste que salir así, si nadie te tiene en cuenta hasta que te pierde?
Comienza el instituto, esa cárcel encubierta, ese infierno de humo. Mi tiempo se va reduciendo, y con él, la posibilidad de escribir como lo hacía antes.

No, por suerte no voy a dejar que me cague el miedo en la cara. ¿Qué haré? ¿Dejaré de estudiar? No, tampoco dejaré que me abrace la pereza.
Cualquier momento es bueno para escribir, incluso si tu musa no está cerca. No hay mejor forma de inspirarse para escribir, que escribir. He sabido ser bastante selecto con el tiempo, el lugar y la hora a la que me solía dedicar para escribir. Supongo que estará bien adaptarse al frío temporal del estudio y sacar un espacio dónde y cuándo sea.

Por ahora, me robaré un lapso de sueño, pero tal vez más adelante, tenga el suficiente coraje de escribir en el autobús. Aunque me temo, que quedará en una esperanza por dormir un poco más, porque como decía el señor Heinlein:

"No tienes que avergonzarte por escribir, pero hazlo a solas y lávate bien las manos cuando hayas terminado."

De lo que sí estoy seguro es que, aunque esté hasta los huevos de todo, el arte no me dará la espalda. Tampoco se la daré yo al arte, y por tanto, tampoco a vosotros si es que hay alguien que no tiene mejor cosa que hacer que leer esta basura hoy en día.
No es una excusa, ni siquiera una queja. Al fin y al cabo, esto es un diario de bitácora, que menos que poder dejar claro que los relatos deben salir un poco más suavemente. Al igual que mis pensamientos escritos.

Un escritor, incluso un "escritor", debería tener la pculiar habilidad de no poder vivir sin escribir.

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